Cuando llegamos a Ortiz de Rosas, parecía que el tiempo se había detenido. El ahora dueño de la estación la cuida como si alguna vez volviera a pasar el tren, a pesar de haber sido levantadas las vías. Ver algo así en medio del campo y de la nada me dio mucha envidia, ya que esos son los lugares de mi preferencia.
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